El fuego griego
El fuego griego era un arma incendiaria utilizada por el Imperio Bizantino, especialmente entre los siglos VII y XII. Consistía en una mezcla inflamable, probablemente a base de petróleo, cal viva, azufre y otras sustancias, que se lanzaba en recipientes o mediante sifones contra barcos o tropas enemigas.
Era temido porque ardía incluso en el agua, era difícil de apagar y causaba devastación. La fórmula exacta sigue siendo un misterio, ya que se guardaba como secreto militar.
La existencia del fuego griego está bien documentada en fuentes históricas bizantinas, árabes y de otros pueblos contemporáneos, como crónicas y relatos de batallas (por ejemplo, los escritos de Teófanes el Confesor o la *Crónica de Juan Malalas*). Se describe su uso en conflictos navales, como en los asedios de Constantinopla (674-678 y 717-718), donde los bizantinos lo emplearon con éxito contra flotas enemigas. Además, hay evidencia arqueológica de dispositivos similares a sifones que podrían haber proyectado la mezcla incendiaria.
Sin embargo, algunos historiadores y escépticos han cuestionado si el fuego griego era tan sofisticado como se describe o si su fórmula era realmente única. Podría haber sido una exageración de armas incendiarias comunes en la época, como mezclas de petróleo o resinas, que ya usaban otros pueblos. La falta de una fórmula precisa y la ausencia de restos físicos claros alimentan estas dudas. Aun así, la mayoría de los expertos aceptan que existió alguna forma de arma incendiaria avanzada, aunque su mitificación pudo haber amplificado su leyenda.
Si no existió como tal, lo más probable es que los relatos se basaran en el uso de mezclas incendiarias más convencionales, magnificadas por la propaganda bizantina para intimidar a sus enemigos.
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